La fundación de Alba Longa.
Alba
Longa fue fundada por Ascanio, el hijo del héroe troyano Eneas. La leyenda
explica que de Ascanio surgió una dinastía de reyes de Alba Longa, entre
quienes los mejor conocidos son Procas, y sus hijos Numitor y Amulio.
Como
consecuencia del auge del poder de Roma, las dos ciudades entraron en conflicto
y, finalmente, bajo el reinado de Tulio Hostilio, Alba Longa será totalmente devastada y todos sus habitantes esclavizados.
Rómulo y Remo. La fundación de Roma.
Numitor,
rey de Alba Longa, fue destronado por su hermano menor Amulio, que quería
obtener el trono a toda costa. Para garantizar su seguridad, Amulio mató a
todos los hijos varones de su hermano y obligó a su sobrina, Rea Silvia, a
hacerse sacerdotisa, para que así permaneciera virgen. Pero el dios Marte hizo
madre a la hija de Numitor, dándole los gemelos Rómulo y Remo. Amulio,
enfurecido, ordenó que los niños fueran arrojados a las aguas del río Tíber y
ordenó que Rea Silvia fuese condenada a muerte. Sin embargo, la canasta en la
que habían sido depositados quedó varada en la orilla y una loba (Luperca)
encontró a los hermanos y los amamantó como si fueran sus propios hijos. Más
tarde fueron recogidos y criados por el matrimonio de pastores Fáustulo y Aca
Larentia.
La
versión de Tito Livio, historiador romano, difiere un poco de la leyenda anterior.
Así, según Tito Livio no fue una loba la que amamantó a los pequeños gemelos,
sino que la esposa del pastor, conocida en el lugar por ser un poco ligera de
cascos, era apodada “Lupa” (literalmente “loba”, pero usado como el término
despectivo “puta” en latín vulgar, de ahí nuestro término “lupanar” para
referirnos a un prostíbulo) y fue ella la que encontró a los niños y los
amamantó.
Años
más tarde, los gemelos descubrieron su origen. Buscando venganza, volvieron a
su ciudad natal para matar a su tío abuelo y reponer en el trono a su abuelo
Numitor. Éste, en agradecimiento, les entregó territorios al noroeste del
Lacio. Con 18 años (753 a. C.) decidieron fundar una ciudad justo donde la loba
los encontró. Discutiendo sobre el lugar de la ciudad, decidieron que lo
elegiría aquel que viera más pájaros, prueba que superó Rómulo. Remo decía que
era un augurio las seis aves que señalaban el monte Aventino, mientras que
Rómulo entendió como otro augurio las doce aves que señalaron el monte
Palatino. Este último, tras una discusión, decidió marcar los límites de la
futura ciudad ―Pomerium― y amenazó con matar a todo aquel que los cruzara. Remo
le desobedeció y cruzó con desprecio la línea, diciendo que nunca llegaría a
ser rey. Rómulo no lo dudó y acabó con su vida. Arrepentido, decidió enterrar a
su hermano en la cima del Palatino, y en honor a su propio nombre llamó a la
nueva ciudad con el nombre de Roma. Luego emprendió una nueva etapa como único
rey de Roma.
El rapto de las sabinas.
Los
primeros habitantes de Roma eran todos hombres. Por ello, Rómulo organizó una
fiesta en honor del dios Consus a la que invitó a la población vecina de
Sabina. Los sabinos acudieron en masa llevando a sus mujeres e hijos. Aprovechó
esta ocasión para raptar a las mujeres ―hecho conocido como el rapto de las
sabinas― y los hombres de esta ciudad decidieron rescatarlas bajo el mando del
rey Tito Tacio, provocando a las sabinas un dilema: si morían los sabinos,
morían sus padres y hermanos, pero si morían los romanos, morían sus maridos e
hijos. Finalmente, Rómulo pactó con el rey sabino Tito Tacio una diarquía hasta
la muerte de este último.
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